Cuenta la
leyenda, que era uno de esos seres alados, soberano de las alturas, de los
cielos. A luz de luna sobre los mares; era indiscutible, esa ave era un águila
real y fue entonces que ante la tímida mirada de ella y como cortina el mar,
tomó forma humana.
Gigante por
naturaleza, soberbio y tajante; fue naciendo silente al borde de las pestañas
de ella. Al mínimo movimiento de él, ella se alejaba de inmediato sumergiéndose
más para no ser vista, mientras la luna latía en sincronía con ella.
Caballero
galante, con su gallardía bastó para que con el tiempo en un “tal vez”, la
sirena poco a poco, trémula emergiera. Y él, sólo sostuvo su mano para dejarle
un cálido beso en el dorso.
Desde
entonces, sobre el lienzo nocturno, miré una gran águila real volar y la luna
late, aguarda una espera y del rizo de las pestañas de la mirada de la noche
llueven estrellas y, la sirena que oculta sus lágrimas bajo mar, aún mira a la
luna como si ésta supiera la respuesta…
Verónica, realmente posees una hermosísima manera de componer y narrar historias. Ya lo haces precioso cuando las cuentas en 140 caracteres y mucho más bello cuando puedes extenderte más allá de unas pocas palabras.
ResponderEliminarEs una historia que muestra un interior, desnuda un corazón que por fin abre los ojos y lo ofrece abierto de par en par...
Se perciben las sensaciones, un sentimiento, que se escapa al viento, claro y conciso que expresa un deseo que emerge desde lo más profundo con tanta intensidad que se puede adivinar el final de la historia.
Y duele... No te imaginas cuánto.
Vicente. Padre Sotanás. @PadreSotanas