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martes, 5 de agosto de 2014

La Pequeña Princesita...

Había una vez, una niña que nació en una familia común, como la mayoría de todas las familias, nada especial en la sociedad, pero sí especial para las personas más importantes, sus padres. Y con todo lo común y normal creció, se educó y se formó con la sonrisa y el abrazo de papá y de mamá.

Mamá hacía lo que cualquier madre, atender las labores del hogar, cocinar, zurcir, ver por las tareas de sus hijos, sentarse a estudiar con los pequeños, mientras papá se dedicaba al trabajo y llegar a casa con una sonrisa a pesar del cansancio y, con todo papá y mamá se daban tiempo de jugar con sus tres hijos. Y así creció la pequeña entre su abrazo, desvelos de ambos padres durante las enfermedades y la lectura nocturna antes de dormir, los juegos de la imaginación y los avatares o vicisitudes por los que cruzaban para tener siempre el sustento del hogar.

Cuando la pequeña leía los cuentos que dejaban de tarea, mamá siempre la escuchaba mientras le cepillaba su largo y oscuro cabello: «Sabes hija, los príncipes SÍ existen y lo habrás de reconocer porque será el único que rompa muros y cruce océanos y fronteras por ti». Y de un beso en la frente acostaba a su pequeña.



Pero también la niña creció con la restricción y los «NOES» de papá: 

          «No puedes esto...».

          «No harás aquello...».

          «No fiestas, no reuniones, no excursiones, no pijamadas, no lunadas, NO, NO, NO».

          —Pero, si mis hermanos pueden, por qué yo no. —Porque aun eres muy pequeña para             entender y comprender el mundo.

Aun así, ella creció en su propio mundo, feliz porque estaba rodeada del cariño y del amor de sus padres y de su familia. La vida social no faltaba porque era familiar y aunque sus amigas del colegio sí asistían a sus cumpleaños a pesar de que tampoco entendieran los motivos por los que a ella le eran prohibitivos, no importaba. Además para qué preocuparse en entender cuando en el hogar no hacía falta nada.

Conforme fue creciendo, sus padres le mostraron que sus mejores amigos siempre los tendría en ellos, para cualquier duda, para cualquier situación o simple nimiedad; siempre, siempre serían ellos. No había nada que una amiga de su edad pudiera enseñarle cuando eran de la misma edad. Sólo los adultos y unos cuantos, pero más, sólo sus padres.

Si ellos le decían que su única ocupación debía ser dedicarse al colegio y disfrutar de lo que ellos le daban, lo hacía sin dilema alguno.

De un mundo de felicidad, de pocas preocupaciones y formada y educada en un colegio de mujeres al paso de la universidad y ante sus ojos, novedades; sus padres se hicieron aún más cercanos a ella, pero brindándole la oportunidad de algunas libertades. 

A una nueva etapa también nuevas dudas. Pero tranquila que papá y mamá, sus mejores amigos, siempre estarían con ella o al menos eso pensaba y con esa creencia finalizó sus estudios universitarios, hasta tiempo después que papá tuvo que enfrentar su propio enemigo siendo vencido por él, para no verlo despertar jamás. Se iba para siempre el hombre que le había dado la vida, el que la vio nacer y crecer ante sus ojos, el que le decía: «Mi Princesita». Y es que todas nacemos siendo princesas a la mirada de las personas más importantes de nuestra vida: Nuestros Padres.

Esa partida habría de afectar sus vidas y sí, la vida continúo porque así es, y sin saber cómo ni cuándo y comprendiendo un poco más del mundo, sola se encerró en su propia «Torre más Alta» y así caminó con ella, pues de las decisiones efímeras y equívocas del ser humano se quería alejar y de esta manera escapando y huyendo no permitió que varón alguno se acercara y sin darse cuenta, en ese momento también arribó su propio dragón: «Su Dragón de sus Temores e Incertidumbres», fiel custodio de esa torre y que seguramente No habría Príncipe que pudiera derrotarlo para rescatar a la princesa. Pero tampoco importaba porque qué prisa habría si ella estaba tranquila. Y es que sucede que no necesitamos de torres ni dragones materiales cuando solas nos encerramos, por decisión o convicción, certera o equivocadamente.

Pero en su caso, ella, tras haber vivido el gran amor que había visto de sus padres, decidió guardarse para aquel caballero que llegara a ella. ¿Pero cómo derribas un dragón si ante el mínimo temor aparece custodiando la torre? Tendría que ser muy necio o determinante.

De pronto, un valiente y gran caballero llegado de «Tierras Lejanas» apareció en su vida, nombrándola: «Noche», por el negro de su cabello. Con firme decisión entró en su mundo y al darse cuenta la princesa, también fue determinante, o era él o era ella y, emprendió nuevamente su huida. Porque el latir del Corazón de la Noche, la Luna; lo protegería de ese osado arrogante y soberbio caballero o al menos eso creía...


Esta es la historia de como los príncipes sí existen y sólo lo sabemos y me entenderán quienes hemos crecido con la bondad y el amor paternal, donde no dudo que a ninguna no nos hayan dicho Princesas, nuestros padres. Y al final, reconocerás al Verdadero Príncipe Azul, a ese caballero que siempre se dirige con respeto a las demás mujeres. Porque después de todo, como sea el trato con ellas, lo será contigo.

Y en esta historia, la princesa vive su «Para Siempre y más allá del Final de Todos los Tiempos», con su Príncipe Azul. Yo, sí creo...




TE AMO. Y siempre agradeceré el día que llegaste a mi vida...

Tu Noche... ♥